viernes, 13 de julio de 2012

Érase una vez...


Una dulce sirena: guapa, inteligente, con dinero, simpática, con un toque de locura, creativa encantadora y con un algo que le hacia caer bien a casi todo el mundo. Ella era todo lo que las chicos pedían y las chicas envidiaban. Aparentemente no tenía problemas; y de hecho, así era. Sin embargo, ella no estaba del todo satisfecha. ¿Por qué? Buena pregunta, ni si quiera ella era capaz de contestarla. Todas las noches se decía a si misma:
- ¡Eh! ¿Por qué no estás satisfecha con tu vida sirena sin nombre? ¿Acaso no tienes todo lo que el mundo desea? ¡Deberías ser incapaz de parar de sonreír!
A pesar de esto, no terminaba de darse cuenta del porque de su melancólico comportamiento. Hasta que un día, buceando en uno de los arrecifes de coral del inmenso mar atlántico se dio cuenta: ¿Cómo iba a ser feliz sin su príncipe azul? Toda princesa por muy cola de pez que tenga necesita uno. Pero claro, ¿cómo iba un medio pez a conquistar a un personaje de sangre azul? ¡Si apenas podrían tocarse! En ese mismo instante a aquella sirena se le ocurrió una idea:
- ¿Y si le pidiese a mi amiga Medusa que me fabricara una pócima para cambiar esta cola por unas bonitas piernas?- Medusa era una famosa hechicera marina. Ella pensaba que Medusa era una de sus mejores amigas, pero el brillo de los ojos de esa bruja al ver a nuestra sirena delataba el rencor y la envidia que sentía hacia ella.
Medusa le dio una de sus miles de pócimas mágicas con una sonrisa en los labios. No la pidió nada a cambio, sin embargo, le hizo un completo interrogatorio sobre el príncipe al que quería conquistar. Ella, con mucha ilusión se lo contó todo sin temor alguno. Al terminar de formular todas sus preguntas, la inconsciente sirena fue hasta una playa próxima al castillo de su queridísimo príncipe, y tumbada en la arena, se la tomó. Fascinada, observo como por arte de magia esa verde cola, se transformo en unas piernas de esas que solo se ven en las revistas.
Medusa, por supuesto tenía un plan para evitar que la sirena y el principito acabarán juntos. Medusa fabrico otra de esas pócimas para convertirse en la princesa más bella y hermosa que el príncipe haya visto nunca y sin dudarlo se la tomó. Y se dirigió al castillo donde su "amiga" estaba buscando al príncipe de sus sueños.
-¿Dónde estará mi príncipe?- Se preguntaba la joven sirena.
La sirena giró la cabeza y le vio. ¡Era mucho más hermoso de lo que imaginaba! Pero entonces, la vio a ella. Con su hermoso vestido y sus ojos de aquel color tan espectacular, con esos labios aproximándose poco a poco, a los de su amado. Ella no podía ver más y echo a correr mientras algunas lágrimas recorrían sus sonrojadas mejillas. Corrió y corrió hasta llegar al mar, donde nada más tocar el agua se transformo en la sirena que siempre había sido.
La sirenita nunca volvió a ser la de antes. Se entero de todo lo que había hecho Medusa y jamás volvió a confiar en nadie. A partir de ahí, cada día iba a una playa al otro lado del reino y se sentaba en la orilla pensando como podía vengarse de esas dos personas que tanto le habían hecho sufrir: el príncipe, y aquella hechicera a la que un día llamó amiga.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              



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