domingo, 2 de diciembre de 2012

...Y ya nada vuelve a ser lo que era.

Yo, en algunos aspectos no soy como todas las chicas de mi edad. Por ejemplo, yo no me maquillo ni quiero hacerlo. No me gusta y por mucho que me digan que he de pintorrojearme no lo haré. Tampoco me gustan los tacones, es decir, ¿para qué? ¿Para qué usar algo incómodo y qué hace daño? ¿Para parecer más alta? ¿Para ser igual que las demás? Otro aspecto en el que soy un poco rara es en el tema del "amor". Normalmente, buscamos algo concreto, es decir, hay chicas que buscan a un "chico malo" y otras, por el contrario, un "príncipe azul". Pero yo, ni siquiera pensaba en eso. Me daba igual que no fuera a llegar ni lo uno ni lo otro. Estaba bien sola. ¿Para qué meterme líos en la cabeza? Pero un día, como una flecha, sin comerlo ni beberlo, llega alguien, cambiando tu opinión por completo, así, de la noche a la mañana. Y ese alguien no te gusta, te encanta, tanto que un día sin verle duele. Le quieres, y empiezas a darte cuenta poco a poco de ello. Y un día, algo, no sé el que, hace a esa persona sentir lo mismo. Pasan las semanas y ¡pluf!  por arte de magia ya estáis juntos, sin daros apenas cuenta. Y la historia se bloquea. Le quieres, le quieres mucho,  muchísimo. Le necesitas día sí y día también a tu lado. Si no está no es lo mismo, no sonríes con las mismas ganas ni disfrutas de la misma manera. Es él y sólo él. No puede ser otro. Un abrazo es mucho más que un abrazo si proviene de sus brazos. Cerca de él todo adquiere una perspectiva diferente, es como esos dibujos en 3D que si los mueves el dibujos cambia. Es una parte más de tu cuerpo y de tu vida entera. Tanto, que si te lo arrancas, duele como para empezar a gritar y no parar.

  

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